jueves, 27 de marzo de 2008

No te muevas si puede estar quieta la felicidad S.R.




En noviembre, en un punto de este universo, el sol empezaba a dormirse, el cielo parecía de fuego, las seis de la tarde es ese punto donde uno no sabe si es de día o de noche.

¿Porque subir por la escalera habiendo elevador? Preguntó ella

Él no podía negarle nada, ¿como negarle algo a su princesa? pensó
Ella tomó su mano, apretándola fuerte como si fuera la última vez en que podría hacerlo.

Caminaron unos cuantos pasos y subieron, el elevador estaba más bien oscuro, iluminado solo por la llama de su amor, entraron, como si fueran los dueños del mundo se fundieron en un abrazo de esos que parecen inacabables, el metió su mano por debajo de su blusa, recorrió su espalda, ella tomaba su negro cabello que se le escurría entre los dedos.

Sus cuerpos se estremecían era su espacio su momento, él recorría su cintura llevaba su mano hasta sus senos, ella tocaba el cielo, volaba.

No dejes de abrazarme nunca, susurraba ella en su oído y él le repetía que estarían juntos cincuenta años más.

De pronto el sueño terminó, habían llegado al tercer piso.

jueves, 13 de marzo de 2008